Artista: Silvio Rodríguez
Lugar: Barclaycard Center (Avenida de Felipe II s/n)
Fecha: 27 abril 2016
Verla partir y amarla como nunca;
seguirla con los ojos,
y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
allá lejos, y aun seguirla
más lejos todavía,
hecha de noche,
de mordedura, beso, insomnio,
veneno, éxtasis, convulsión,
suspiro, sangre, muerte…
Hecha
de esa sustancia conocida
con que amasamos una estrella.
Con estos versos termina Un poema de amor del poeta cubano Nicolás Guillén. Y así, viéndole llegar y viéndole partir, haciéndose de noche y haciendo la noche suya, ví a Silvio Rodríguez en el Barclaycard Center de Madrid. El cubano llegaba a la capital a presentar su disco Amoríos y lo hacía acompañado de un buen plantel de músicos talentosos: el Trío Tovarroco (Rachid López, Cesar Bacaró y Mikel Elizarde) en guitarras y tres cubano, Niurka González en vientos, Oliver Valdés en batería y percusión, Jorge Reyes en contrabajo, Jorge Aragón en piano y Emilio Vega en el vibráfono. Cuando las luces del estadio se apagaron, y las 15.000 personas del público esperaban la salida de Silvio, los músicos, a ritmo de jazz con tintes de son cubano, demostraban su destreza y calentaban el ambiente. Con solemnidad del silencio y la grandilocuencia que irradian los genios, Silvio Rodríguez aparecía en el escenario seguido de una gran ovación y se colocaba su gorra, sus cascos y cogía la guitarra que debía de romper el silencio. Más de media docena de músicos sobre el escenario, que ya habían hecho las delicias del público con un preludio instrumental, y el silencio sudaba como un vaho invisible por las paredes del Barclaycard Center cuando Silvio arrancaba el concierto con el arpegio de su guitarra y entonando Una canción de amor esta noche.
Tras la primera canción siguieron los temas Tu soledad me abriga la garganta, Tonada del albedrío, y la rumba Día de agua. Tras cada pieza seguían los aplausos y los piropos hacia Silvio, así como una lista interminable de peticiones de canciones a cantar. No hacía más que comenzar el concierto y el público pedía Ojalá de manera insistente. Pero Silvio tenía un repertorio claro, maravilloso y claro, y era momento de deleitar al respetable con una obra de cuatro canciones seguidas, una tetralogía sobre las relaciones de pareja, esto es Exposición de mujer con sombrero compuesta por: Dibujo de mujer con sombrero, Óleo de mujer con sombrero, Detalle de mujer sin sombrero y la reflexiva y divertida Mujer sin sombrero.
La mujer de las canciones de Silvio Rodríguez dudaría entre tener o no tener sombrero, pero los espectadores no tenían ninguna duda de que ante el cantautor cubano había que quitarse el sombrero y aplaudir con fuerza para, en esos aplausos, atrapar por siempre el recuerdo del concierto. Y si alguien, la mujer con su sombrero o el público con su aplauso, tenía dudas del origen del grupo de músicos que acompañaban a Silvio era momento de despejarlas: mientras Silvio se retiraba a descansar unos minutos, el Trío Tovarroco ejecutaba con las guitarras de manera impresionante el tema Chan chan del gran Compay Segundo, dejando el calor de la isla en el oceano de asfalto de Madrid y mandando un saludo para la playa celestial donde Compay sigue cantando. Volvía Silvio Rodríguez al escenario y seguían, desde la parte opuesta al escenario, las peticiones lanzadas al aire pidiendo Ojalá y otros grandes éxitos del trovador cubano. Pero no era tiempo para entonar las peticiones que llegaban del público, el propio Silvio bromeaba diciendo «no me la sé» cuando alguien pidió Ojalá por enésima vez, porque en el guión de la noche tenía que llegar Mujeres, La Tonada Inasible para dos poemas del poeta Rubén Martínez Villena, La maza con unos arreglos de flauta que hicieron flotar a tan mítico tema, En cuál de esos planetas, Sueño con serpientes, el vals San Petersburgo, Quien fuera sobre una instrumentación de viento sublime, La era está pariendo un corazón y la dulce Ángel para un final que amenazaba con cerrar una gran concierto. El público aplaudía, y seguían las peticiones de canciones aún no cantadas, cuando de repente un golpe seco de guitarra dejó a todos tan atónitos que nadie se dió cuenta que era el momento que tanto habían deseado: comenzaba, sin arpegio inicial que rompiera la sorpresa, Silvio Rodríguez a entonar Ojalá convirtiendo la noche en emoción y haciendo de la luna una lágrima contenida en cada pupila.
El estadio se derrumbaba en aplausos mientras los músicos, junto al propio Silvio Rodríguez, abandonaban el escenario. Era momento de los bises y así gritaban miles de garganta a base de repetir «otra, otra» mientras miles de ojos se clavaban en el escenario donde se esperaba ver aparecer de nuevo al trovador que tanto había emocionado ya. Junto al piano, sobre las tablas sólo el pianista y él, Silvio cantó Qué poco es conocerte, y en solitario, a guitarra y voz, cerró una gran noche, las luces del estadio ya encendidas, con Te doy una canción y Unicornio. Habían pasado nueve años desde la última visita de Silvio Rodríguez a Madrid, y había merecido la pena la espera.
Y con esa sustancia con la que amasamos las estrellas, que creo que esa sustancia es la música, Silvio dejó a Madrid jugando a tener un cielo donde posar tanto suspiro, tanto aplauso, tanta poesía y tanto emoción. Silvio dejó en Madrid un amorío de los que alegran el corazón. La ciudad se derrumba y tú cantando.