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El cierre de Dog&Roll

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Este 9 de septiembre se anunciaba, a través de facebook, el cierre próximo del Dog&Roll. Comparto el comunicado que su dueño Rubén Rodríguez Pollán hizo público a través de las redes sociales anunciando que el próximo 31 de octubre será el último día en que la música suene en este mágico bar de la calle Palafox de Madrid.

Dog&Roll goodbye
El Dog&Roll echa el cierre el 31 de octubre de 2015

Son ya cuatro años desde que el Dog&Roll abrió sus puertas y comenzó a ser un nuevo espacio de música en directo. Un local acogedor, de espacio medido para que ningún suspiro de magia (de la magia de lo cantado) se perdiera en el deambular del vacío, con un personal siempre atento a programar bien y a atender a los clientes con la cercanía y humanismo que debería ser norma para cualquier camarero o trabajador de locales de ocio. Recuerdo la primera vez que entré en el local, no me acuerdo muy bien si iba a un concierto o quizá a un recital de poesía, y me gustó la cercanía del escenario, el hecho de que fuera «desenchufado» sin micros ni cables, tan sólo orgullo y sentimiento estaban amplificados, los carteles de Carlos Chaouen, las fotos de músicos en el cristal de la entrada al local, la sensación de pensar «si alguna vez monto un bar quiero que sea parecido a esto»… Luego vinieron mucho más días, más bien noches, de conciertos, de cervezas, de recitales de poesía, de ir a tomar algo al salir de un concierto en Clamores (hasta cuando no hay concierto en el Dog&Roll la música que se puede escuchar es maravillosa, una mezcla de canción de autor rock and roll), de chupitos y conversación, de historias que te contaban tipo «ayer de madrugada vinieron fulanito y menganito, que venían de Clamores, y se pusieron a tocar para los que estábamos aquí». En definitiva: un lugar mágico, un recodo en la noche madrileña, una oscuridad repleta de luminosidad y… una gran péridda su cierre. El próximo 31 de octubre, y los días que quedan hasta entonces, brindaremos con la alegría del buen tiempo disfrutado entre las cuatro paredes del Dog&Roll, y obviaremos la tristeza seca y ruidosa con la que su verja se baje por última vez.

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