Álbum: La verdad y la belleza
Autor: Tòfol Martínez
Año: 2018
En el libreto del disco La verdad y la belleza Tòfol Martínez escribe lo siguiente: “La verdad y la belleza son palabras siamesas. No existe belleza sin verdad ni verdad sin belleza. Este álbum habla del dolor y del alivio, y de cómo si es posible curar el alma”. No sé cuánto dolor ha podido sufrir el autor de este disco, si acaso las 14 canciones que lo componen le han aliviado y obviamente desconozco si ha podido curar su alma. Lo que sí que sé es que La verdad y la belleza a mí me ha curado los alivios y me alejado de posibles dolores. Tal y como hacen los buenos discos que giran, y te hacen girar sobre ti mismo, con la fuerza centrífuga de las buenas canciones.
El álbum La verdad y la belleza comienza con una canción que dice “Qué bonito el camino, mucho mejor de todas mis metas”, dejando esta frase como una declaración de intenciones ya que en ese tema y en los trece siguiente el autor, Tòfol Martínez, deja entre vivencias, buenas frases y reflexiones, un diario de viaje emocional digno de ser escuchado de principio a fin. Me parece importante escuchar el disco, los 46 minutos que dura, en el orden que se establecen las canciones porque si en el primer corte –que curiosamente, como un guiño sutil y magnífico, se llama Carrusel de mentiras aunque el título del álbum contenga la palabra verdad– hay una declaración de intenciones (en el sentido de darle importancia al trayecto y no a la conclusión) pues en el último Si bailas otra vez encontramos un epílogo maravilloso a un gran disco: “puedo estar conmigo o puedo desaparecer / de tanto andar perdido no sé dónde caer”. Y musicalmente también es digno de reconocer el viaje que nos ofrece Tòfol Martínez en su disco: la fuerza y la alegría con la que comienza el disco con el primer tema Carrusel de mentiras hasta la desnuda canción final Si bailas otra vez en la que los acordes de la guitarra parece que buscan el final del tema, el final del disco, apagándose poco a poco mientras invitan a la voz a dejar de cantar. En este disco los temas más oscuros, los que son más viscerales en la lírica y donde afloran en el mensaje los sentimientos que explotan desde el estómago, como Juego o Tarde para seguir pertenecen a la primera parte del álbum, y los temas más luminosos musicalmente, como Quién soy o Eternos están en la segunda mitad; ambos dos partes del disco a las que me refiero están divididas por la emocionante, y también dura, canción Duele en la que encontramos unos tintes de blues (música a la que Tòfol se ha dedicado toda la vida y se sigue dedicando con pasión) que no aparecen en las demás canciones. ¿Será casualidad que esa canción esté en mitad del disco y sea la más dura emocionalmente y también la que suena a blues? No lo creo. Como tampoco creo que sea casualidad que canciones como Carta de amor o Ningún reproche, que beben del tequila del rock fronterizo, del vino del tango y del aguardiante del bolero, nos hagan de puente entre la crudeza del comienzo del álbum y la canción Duele que es el séptimo corte de catorce. Son estas dos canciones citadas, Carta de amor y Ningún reproche mis preferidas junto a La llave que aun estando en esa primera parte del disco es una canción optimista, o más bien motivadora, (“el tiempo pasado no siempre fue mejor”) y que cuenta con un arreglo de piano y cuerda delicioso en su final. Si he insistido en la canción Duele no quiero dejar de hacerlo también en la canción No, el corte octavo del disco, que con una dulzura perfecta en la melodía que marca el piano, y un ritmo de batería que como una marcha marca el movimiento de desperezarse y dejar la oscuridad para encontrar la luz, nos muestra el camino de canciones como Quien soy o Eternos llenas de energía, o la balada Un año después con su preciso arreglo de pedal steel, o la fuerza de las guitarras eléctricas y su distorsión en El tiempo separa. Si digo que esta segunda parte del disco es más luminosa que la primera, también digo que todo día soleado tiene sus momentos de claroscuros y muestra de ello es el corte décimo de La verdad y la belleza: El tiempo no tiene tiempo que perder. Es esta canción una reflexión maravillosa que se muestra escondiéndose en lo lóbrego de los arreglos de metales y de guitarra.
Dice la canción Eternos “hay que hacer bien las cosas para ser eternos”, y así lo ha hecho Tòfol Martínez con este disco La verdad y la belleza. Ha hecho bien las canciones y ha hecho bien al incorporar la frase “no existe belleza sin verdad ni verdad sin belleza” al libreto del álbum (debo decir que el arte del disco también es exquisito, aunque esta reseña se haya hecho cargo solamente de las canciones). Es cierta esa frase y es digno que ocupe el lugar que ocupa ya que el catalán ha hecho un disco bello y completamente de verdad. Porque sólo los músicos honestos con el oficio de hacer canciones pueden decir la verdad y por tanto conseguir la belleza.