Hay discos que más que una colección de canciones son un amigo. Discos que son un rincón al que volver cuando estás triste y necesitas consuelo y sosiego, así como una urgencia de reconciliarte con el mundo. Discos que son un paisaje en el que celebrar con frenesí y libertad cada alegría vivida, un cielo pleno de luz que deseoso de iluminar tu cara sonriente. Discos que son un gesto certero, una medicina como amenaza al otoño y a la soledad, un consejo en el punto de mira del fusil de lluvia que apunta al porvenir, un rayo de poesía que te atraviesa el alma iluminado las noches. En definitiva: discos que son un amigo. Discos con los que puedes cometer el error de no escuchar durante un tiempo pero que sabes que siempre están ahí: esperándote y haciéndose esperar. Uno de esos discos es Salitre 48 de Quique González.
Han pasado quince años desde que el artista madrileño diera un golpe en la mesa del panorama musical nacional y sacara al mercado Salitre 48. Después de un buen disco de debut, Personal, de sonido eléctrico y grandes canciones, y tras unos problemas con la discográfica (que prescinde del autor de Y los conserjes de noche, ya que su disco Personal no cubre las mercantiles expectativas de la compañía disquera), en el año 2000 Quique graba junto a Carlos Raya, en la casa de este último, las canciones que componen el álbum Salitre 48. La maqueta del disco es enviada a algunas discográficas y una de ellas, la misma que había publicado el disco Personal, y luego había despedido a su autor, decide publicar Salitre 48 arreglando las canciones originales de la maqueta que Quique González y Carlos Raya habían grabado de manera casera. Ahora, en este noviembre del 2015, sale al mercado una reedición de lujo del álbum tanto en formato CD, como en vinilo y en digital. En esta nueva edición de Salitre 48 se puede encontrar una remasterización del disco original, así como un segundo disco con las canciones cantadas en acústico durante la gira Carta Blanca y un libro de 40 páginas con fotos y textos.
Desde un punto de vista personal he de decir que Salitre 48 ha sonado en mi casa, en mi discman, en los coches en los que he viajado y en mi ordenador algo así como un millón de veces. Siempre que oigo el punteo incial de la canción Salitre pienso «¡joder ¡qué maravilla!», y luego no puedo parar de escuchar el disco hasta el final. Temblar con El Rompeolas o De haberlo sabido, y a la vez sentir la electricidad recorriendo mi cuerpo e intentar controlar mis ganas de gritar y saltar con Jukebox, Perdone agente o 39 grados. Sentir como La ciudad del viento o Día de feria son canciones que se han incorporado a mi subconsciente y que suenan en mi cabeza en tantas ocasiones sin yo darme cuenta, algo así como el hilo musical de un centro comercial que te hace sentir a gusto y seguro. Crece la hierba y toda la poesía que se te queda pegada en la piel (del alma) como ocurre con el salitre cuando te bañas en el mar. Ayer queme mi casa acompañando todas las veces que me mudé de piso e hice limpieza de cosa (afortunadamente nunca me robaron como le ocurrió a Quique, y por eso compuso dicho tema). Estremecerme si pronuncio el título Bajo la lluvia, ya que esta canción me ha salvado de tantas despedidas, porque siempre llueve en todas las despedidas, poniendo un poco de luz (la música siempre es luz) a la tristeza y a las nostalgias del amor. Canciones que han pasado muchas veces desapercibidas como Tarde de perros o En el disparadero pero que son los pequeños diamantes que unen las perlas de un collar de fantasía. Son muchas veces las que he escuchado Salitre 48 de principio a fin ya que, como decía al principio, más que un disco es un amigo y es imposible encontrarse con un amigo y tan sólo saludar y pasar de largo. Así que esta reedición de Salitre 48, este volver a encontrarse de nuevo con ese amigo que además de ser el de siempre tiene cosas nuevas que contar, me hace muy feliz.