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Queda la música, un adiós a Luis Eduardo Aute

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Hace tres años, durante el verano del año 2016, cuando a Luis Eduardo Aute le dió un infarto que le dejó al borde de la muerte, y que como consecuencia le apartó de los escenarios y de la vida pública para siempre, pasé unos días realmente horribles al pensar que uno de mis referentes se moría. Me aterraba entonces el pensar que si Aute fallecía iba a haber un hueco grande en la cultura general, pero también -egoistamente- me paralizaba el saber que si eso ocurría ya nunca jamás podría ir a verle a un concierto o que no se volvería a producir en mí esa sensación de nerviosismo que había sentido siempre que un álbum suyo, con nuevas canciones, caía en mis manos. También, y estos pensamientos me han perseguido hasta el día de hoy y seguramente seguirán haciéndolo, me intrigaba de sobremanera cómo podría ser la trascendencia de un artista tan colosal como Luis Eduardo Aute. Indudablemente las canciones, los cuadros, las películas, los libros de poemas y las declaraciones en entrevistas grabadas van a quedar en el archivo, ya sea físico de las bibliotecas (fonotecas y filmotecas) o en la memoria individual de cada uno, pero lo que trasciende al caracter hedonista de esa obra, la propia enjundía y filosofía que se encierra en la creación de Luis Eduardo Aute no sabía, ni todavía sé, como se puede quedar impregnando las mentes de las generaciones que están por venir. Porque esto último, que su obra inunde la mente y la identidad alguien, es lo que me ha ocurrido a mí, y por ello es que decir la palabra referente junto al nombre de Aute es real y puro desde el punto de vista intrínseco del adjetivo. Desde aquel final de verano del año 2016 hasta el día de hoy he creído estar aprendiendo cómo vivir sin Aute. Su enfermedad, consecuencia de aquel infarto, le ha mantenido, como decía, apartado de la vida pública y me ha sometido a mí a repetirme una y mil veces «queda la música». Pero todo ha sido un espejismo; la espuma de una ola que nos arrastra y bajo ella hay sal y remolinos de arena que nos dañan los ojos. Cuando hoy me he enterado de la triste noticia de la muerte de Luis Eduardo Aute me he quedado tan bloqueado, tan abatido y tan huérfano, como me sentí hace más de tres años. Quizá más porque ahora su ausencia es real y no un hecho que pudiera ocurrir en cualquier momento desde aquel agosto del 2016.

Según han pasado las horas del día me he obligado a mi mismo a escribir unas líneas, la tristeza me hace ser un cripresero y no lo puedo evitar, para intentar desbloquearme. Teclear para intentar desatar el nudo que siento tener dentro del pecho. He dedicado el día a repasar mentalmente canciones, conciertos, momentos en los que coincidí con él en actos (la gran mayoría junto a mi hermaño Ángel Petisme)… y ello me ha llevado a pensar la primera vez que escuché a Aute. Recuerdo que fue en torno al comienzo de siglo cuando un amigo me pasó el disco homenaje ¡Mira que eres canalla!. A mí me gustaba la canción de autor y por pura lógica de la edad estaba más cerca de los cantautores jóvenes de aquel entonces (Ismael Serrano a la cabeza) que de los de las generaciones anteriores, aunque sin duda en casa siempre había escuchado a Serrat, Víctor Manuel, Sabina. Cuando cayó en mis manos aquel ¡Mira que eres canalla! el nombre de Aute me sonaba, seguramente por haberlo oído/leído nombrar en entrevistas a aquellos cantautores jovenes que me gustaban, pero jamás había escuchado, o al menos no lo recordaba, una canción suya en casa. No había ningún disco de él entre la gran colección de vinilos que tenía, y tiene, mi padre en la casa familiar. Por lo que fue sorprendente cuando yo escuché en mi habitación aquel ¡Mira que eres canalla! y de repente oí a mis padres canturrear por la casa, a la par que el disco sonaba en la mini cadena de mi cuarto, todas las canciones. No podía creer, y más con el paso de los días y de las escuchas, que mis padres conocieran aquellas canciones y nunca antes se las había escuchado cantar, o que no hubiera un disco de Aute en mi casa. Con el tiempo comprendí, o al menos quise darle a ese azar un sentido poético, que aquello era un tesoro que me habían dejado descubrir a mi solo. Y así fue, porque fui descubriendo el tesoro yo solo pidiendo en préstamos todos los discos de Aute que había en la biblioteca pública de la ciudad. Luego pasaron los años, ahora me doy cuenta que han sido veinte años, y la obra (tanto la musical como la poética) de Luis Eduardo me ha acompañado continuamente. He pasado más tiempo con Aute, con su obra, que con muchos de mis amigos. Es por eso que hoy está siendo un día duro. Ahora sí sé que tengo que aprender a vivir sin Aute, pensé que había aprendido en los tres pasados años, y para ello voy a seguir viviendo con Aute. ¡Hasta siempre, maestro!

No he podido evitar hacer una pequeña selección de cinco temas que hoy resuenan en mi cabeza.

Queda la música. Contenido en el álbum de 1979 De par en par, aunque quiero compartir la versión del disco en directo Mano a mano junto a Silvio Rodríguez del año 1993.

Prefiero amar. Canción contenida en su disco Aire / Invisible del año 1999. Este disco, Aire / Invisible, del año 1999 es un CD doble compuesto por dos discos que podrían haber publicados individualmente pero que como entidad conjunta es una maravilla sonora y poética. Aire contiene temas en castellano e Invisible temas en inglés.

Las cuatro y diez. Sin duda una de mis canciones favoritas de la historia de la música y por tanto mi favorita de Luis Eduardo Aute. Es uno de sus temas más conocidos y la versión que comparto es la contenida en el disco en directo Humo y Azar, grabado en el patio de columnas del Palacio Museo de Viana en Cordoba en el mes de julio del 2007. Las cuatro y diez me parece, como por ejemplo también me pasa con Te recuerdo Amanda de Víctor Jara, una de esas canciones impresionantes porque aparentemente no cuentan nada, describen un cuadro, una situación cotidiana entre dos amantes, y alrededor de esa fotografía, aparentemente inmóvil como digo, la canción está hablando de toda una época, un país, un momento histórico y tantas emociones y verdades contenidas entre dos personas que se amaron tiempo atrás. Una maravilla de composición en mayúsculas. La canción fue originalmente grabada en el disco Rito del año 1973.

Dentro. No hay mucho que decir. Nunca una paja fue descrita tan bien y de manera tan poética. Contenida en su disco Rito del año 1973. No tengo referencia temporal de cuando fue grabada la versión que comparto en directo.

Albanta. Esta canción fue compuesta a partir de la palabra Albanta que uno de los hijos de Aute inventó cuando era un niño. Luis Eduardo construyó este bonito relato infantil hablando de ese lugar que no existe pero que está dentro de cada uno de nosotros. En relación a esta canción recomiendo un documental de TVE2 del programa La mitad Invisible (en este link se puede ver). La canción está contenida en el disco Albanta del año 1978, y la versión que comparto es del disco, imprescindible sin duda para repasar los primeros años de Aute y sus amistades musicales, llamado Entre amigos del año 1983 grabado en directo el 4 de marzo de ese mismo año en el Teatro Salamanca de Madrid.

https://www.youtube.com/watch?v=DALMb6Lq1eM

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