Una noche cualquiera en la calle Huertas, a la altura de su número 57, entre el tránsito de gente buscando el manantial del placer y jóvenes con la boca llena de postales extranjeras, es posible encontrar a un grupo de personas, cuya edad pase el medio siglo, acercando sus rostros al cristal de la puerta de La Fídula y escucharlas decir: «Este bar lleva en este calle toda la vida». Y así es porque cuando en diciembre del año 2013 Daniela Riso, junto con una serie de socios y amigos, comenzó con La Fídula de los nietos del Tano lo hizo reabriendo las puertas de un local, cuyo nombre era La Fídula, que había sido inaugurado en el año 1978 y que por culpa de la crisis había cerrado en el año 2012. Ahora se cumple el quinto aniversario de La Fídula de los nietos del Tano y el cuarenta cumpleaños del local original de La Fídula, y con motivo de ello hemos podido conversar con Daniela Riso, actual propietaria del establecimiento, sobre la historia y el desarrollo del proyecto cultural que es La Fídula de los nietos del Tano.
De estar hasta las manos en La Recoba a ponerse manos a la obra en La Fídula
Nos encontramos con Daniela frente a la puerta de La Fídula tan solo unos días antes de que el 12 y 13 de septiembre en el local se grabe un disco para celebrar que son ya cinco años ofreciendo diariamente una propuesta cultural en la calle Huertas número 57. Nos cuenta Daniela Riso como hace cinco años animada por un amigo se decidió a emprender la aventura de abrir un bar y como un día en el periódico encontraba el anuncio de que La Fídula se traspasaba: «en aquel entonces el edificio estaba declarado en ruina pero el local tenía licencia para actuaciones musicales en directo. Para conseguir el traspaso llegamos a un acuerdo en el que nosotros nos encargábamos de las obras de reforma». Así fue como Daniela y sus socios se ponían manos a la obra (y nunca mejor dicho ya que ellos mismos se encargaron de comprar los materiales y de hacer la reforma completa durante los ratos libres que les dejaban sus trabajos y sus quehaceres cotidianos), y en tres meses abrían de nuevo las puertas de La Fídula… con el sobrenombre de La Fídula de los nietos del Tano ya que todos ellos coincidían regularmente en un bar de música en vivo llamado La Recoba que estaba en Tiso de Molina y regentaba el Tano Franco.
Ya sabiendo la historia de cómo comenzó La Fídula de los nietos del Tano y el porqué de su nombre (sobrenombre) actual, preguntamos a Daniela por la historia del local en sí y nos cuenta que La Fídula comienza cuando en 1978 «un grupo de estudiantes de Sociología abren el bar en el lugar donde antes había una tienda de comestibles. Inicialmente el bar era solo la parte que ahora ocupa la barra y con el paso de los años compraron el patio interior del edificio, creando entonces la sala de actuaciones, y más tarde el piso bajo que había al otro lado del patio y así ampliando la sala tal como está ahora mismo». Según nos dice Daniela Riso el local comenzó con un «ambiente más político ya que en su comienzo gente del PSOE se reunía en él» a ser un punto de encuentro cultural donde se hacía, entre otras disciplinas, canción de autor en los ochenta y noventa para terminar ofreciendo jazz y bossa en los años previos a su cierre en 2012.
La canción de autor y el autobús de asiáticos
Nos relata Daniela Riso que el comienzo de La Fídula no fue un jardín de rosas, o por lo que cuenta si acaso lo fue tuvo más que ver con las espinas que con los pétalos, ya que al poco de abrir el negocio los socios fundadores fueron abandonando el proyecto y con el bar ya en funcionamiento no era mucha la gente que pasaba por la puerta y entraba a tomar algo; y a todo esto se sumó el hecho de que el edificio, como ya nos contaba Daniela que estaba declarado en ruina, fue comprado por un grupo catalán que echó a los okupas que vivían en las viviendas y reformó todo el inmueble, por lo que con los nuevos inquilinos que llegaron se sumaron nuevos problemas en relación al «ruido» ocasionado por las actuaciones en directo: los trabajos que se hicieron para insonorizar el local no se vieron complementados con la reforma de la antigua estructura del edificio. Es por esta última razón que La Fídula se tuvo que adaptar a las circunstancias y enfocar su programación a la canción de autor, prescindiendo en su agenda de espectáculos de tango, baile o propuestas musicales con percusión. Pero afortunadamente, con una fortuna basada en el esfuerzo de Daniela Riso y de todas las personas que han hecho y hacen La Fídula con su trabajo, cinco años después de su comienzo el local se ha hecho un hueco importante en la agenda cultural de Madrid y se ha convertido en un referente dentro de escena musical del género cantautor a nivel estatal.
La propuesta, de ofrecer canción de autor, se establecía clara dentro de La Fídula y su penumbra proclive para disfrutar de la música pero no deslumbraba en la luz cegadora de las prisas de una calle Huertas con gente que pasaba de largo ante una oferta cultural basada en la cercanía. «Cuesta mucho a veces que la gente entre al bar y que quieran consumir… y hemos pasado momentos de mucha desesperación… seguimos mal… pero ha habido momentos muy graves de pensar <<¿cómo mantenemos esto?>>… Y una noche así como de coña decimos <<bueno ya verás como para un autobús en la puerta lleno de chinos y se llena esto>>… y de repente así fue: entraron un montón de asiáticos, no sabría decirte de dónde eran, y le dijimos a Dani Hare tú a tocar y el resto a atender… y así fue como comenzaron las versiones de los trasnoches de los viernes de Dani Hare, que este año [hasta final de este año] le hemos dado descanso a Dani porque se lo ha ganado» nos cuenta Daniela Riso. Y al igual que ese comienzo de una oferta que ha sido un pilar fundamental del bar, las versiones de los viernes a medianoche de Dani Hare, también fueron diseñando según las circunstancias («siempre se ha ido creciendo y probando y en eso seguimos» apunta la propietaria de La Fídula) y el ánimo de hacer el local atractivo para la gente que pasaba por la puerta otras propuestas que se han hecho fijas en la agenda mensual del establecimiento: como los micros abiertos de los miércoles, o el crear el espacio del Escenario Quijote («como alternativa al escenario principal para hacer algo más pequeñito aún si cabe para respetar el descanso de los vecinos» como nos cuenta Daniela), o los sábados de autor donde la gente puede disfrutar de varios conciertos desde las ocho de la tarde hasta pasada la medianoche o el hecho de comenzar a cobrar los espectáculos ofrecidos por el método de taquilla inversa, o pay after show, en el que cada espectador establece lo que quiere y/o puede pagar por lo disfrutado una vez acaba la música («nos vamos proponiendo cosas y probando… todo el mundo nos decía que quién iba a ir a un concierto a las ocho de la tarde y hemos demostrado que se puede ir a escuchar a un artista a esa hora y luego irte a cenar y a seguir disfrutando de la noche en otro lugar… o hacerlo al revés y salir a tomar algo y venir a tomar una copa y escuchar el concierto de las once y media de la noche» señala Daniela Riso).
El jersey de lana de tu talla
En estos cinco años La Fídula, además de los conciertos que se van programando cada día y los espacios habituales de los que hemos hablado (trasnoches de versiones de Dani Hare, micros abiertos, sábados de autor), también se ha ofrecido otra serie de proyectos interesantes como el proyecto Radio Persona, capitaneado por Andrés Sudón, en el que han sido entrevistados artistas de la talla de Luis Eduardo Aute, Cristina Rosenvinge o Quique González, microteatro, recitales de poesía (como el Carromato que organiza mensualmente el poeta Pablo Benavente), presentaciones de discos (la misma Rozalén, que era habitual en el escenario de La Fídula hasta que llegaron los aforos multitudinarios, presentó su último trabajo Cuando el río suena…) o la grabación del álbum Dudas Pop, que tanto idolatramos como la obra maestra que es desde esta web El corazón al viento, de Andrés Sudón. Pero aunque el espacio es lo que es y se sigan haciendo cosas, pienso en que un jersey de lana de la talla de uno mismo siempre sirve para remangarse cuando hace calor o para estirarse las mangas cuando aprieta el frío, no paran de emerger las ideas de Daniela Riso en su ánimo de seguir ofreciendo propuestas artísticas diferentes y nutritivas para el hambre cultural, y tanto es así que ya es una realidad la grabación en directo de un disco los días 11 y 12 de septiembre en el que participarán de algunos de los artistas que en estos cinco años han tocado en la sala, y también es una realidad que ya en la mente de Daniela Riso se va diseñando un nuevo proyecto que tal como nos cuenta «vamos a sumar a la programación, esto es primicia total porque todavía estamos trabajando, algunos programas concretos de los que no os puedo más detalle por el momento porque todavía están en vía de gestación». Sea como sea, con el jersey de lana puesto o desnudos y desatados de cualquier nudo, queda calor para rato en La Fídula y todavía, espero que por muchos años, se seguirán encendiendo las almas bajo las lunas de Madrid y calentando los espíritus en clave de Sol.
Como decía al comienzo de este artículo una noche cualquiera en la puerta de La Fídula se puede encontrar a un grupo de gente comentando «este bar lleva aquí toda la vida», y todas las noches se puede aprender que dentro del local no existen las noches cualquieras porque cada una de ellas es diferente a la anterior y diferente también a la siguiente. Ejemplo de ello es la grabación en directo de un disco los días 11 y 12 de septiembre en el que participarán de algunos de los artistas que en estos cinco años han tocado en la sala. Si alguien pasa por la calle Huertas 57 desde El corazón al viento recomendamos que entre a La Fídula de los nietos del Tano y disfrute de su programación porque los manantiales del ocio nacen cuando hay una sed, y no viceversa, y a base de oído y de disfrute musical se dibuja, con el boca a boca, una postal preciosa de la noche de Madrid.