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La colección de relojes

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Álbum: La colección de relojes

Autor: Jorge Marazu

Año: 2012

Emprendamos un viaje por carretera hasta ese lugar lejano que no tiene nombre ni temperatura que lo defina. Aparquemos junto a un antiguo caserón, o mejor aún junto a un majestuoso castillo, y caminemos hacia su puerta. Golpeemos la puerta con la aldaba y no obtengamos respuesta aunque dentro escuchemos un murmullo que misteriosamente nos está invitando a entrar. Abramos ese gran portón de madera, labrado meticulosamente por el paso de los años, y entremos en una galería empapada por una semioscuridad sugerente y bella. Caminemos espectantes y de repente descubramos esa pared, de una longitud indeterminada, repleta de relojes. La colección de relojes de Jorge Marazu.

En esa pared hay relojes de todos los tipos y de varios tamaños, y cada uno de ellos está ajustado en una hora diferente del resto pero todos en conjunto nos dicen que hay un ahora que perdurará por siempre. Está el reloj pequeño y redondo cuya aguja avanza con un ritmo que parece que en cualquier momento se puede parar. Un ritmo apacible y cálido como el jazz, como la canción El Rol. También hay un reloj cuyo segundero es más grande que las otras dos agujas juntas. Un reloj que le da importancia al instante, y olvida el tiempo pasado y futuro, y se para en cada suspiro del dios cronos. Un reloj que avanza al ritmo de la canción Inestable, que cierra el disco La colección de relojes, y tiembla junto a su letra en cada acorde de un amor con punto final. También hay un reloj grande y de marco rojo, del carmín de los labios del deseo, que marca las horas con movimientos secos y locos como el rockandroll Cien por cien explica cómo mover unas caderas. Varios relojes son cuadrados y solemnes como el eco de un poema, y sobre ellos descansa la musicalidad de Las otras y la lírica tremenda de Enredadera. Sobre ellos se duerme la bonita Mi propia voluntad y el salvaje aullido de Películas de ciencia ficción. También hay un reloj de madera antiguo pero que tiene la hora del presente. Un reloj con los retazos ornamentales del pasado pero con la vigencia de una historia real. Un reloj como una copla, un reloj que nos evade a la música de otro tiempo como la canción La felicidad. En el centro de la pared encontramos un reloj grande y triangular, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, que dice que ya es monento de perder la noción del tiempo y dejarse enredar por la maravillosa canción Tu fiebre, que envuelve y estremece. También ese reloj, grande y triangular, nos indica, con su horario exacto, que hay dos pequeños relojes, porque las buenas fragancias van en frasco pequeño, junto a él que están parados. No están estropeados, simplemente quieren manifestarse contra el paso del tiempo. Quieren demostrar que quedarse paralizados es una forma de darle sentido al futuro. Quieren decir que no tienen hora que dar porque han perdido el sentido escuchando, una y otra vez en búcle, las maravillosas canciones, para mi opinión obras maestras de este gran disco, como son Miedo y Recuerdo crónico. Y en una esquina de la pared, arriba a la derecha, com un sol amaneciendo, el reloj de una sóla aguja, como un metrónomo, que vigila toda la colección de una manera desenfadada y orgullosa. Un reloj con alma de blues, un reloj que no marca las horas sino el tiempo: un reloj rebelde como es la canción La suela del zapato.

Y entre blues, copla, canción de autor y rock, llegamos a la hora en punto. Cada reloj establece su musicalidad para despertarnos del ensimismamiento de tanto tiempo hecho canción, y podemos ver al fondo de la galería, tras la semioscuridad sugerente y bella, a Jorge Marazu diciéndonos que su joven edad no entiende de géneros musicales, de horas, de etiquetas o de momentos. Allí, al fondo de La colección de relojes, tenemos a Jorge Marazu parando el tiempo e invitándonos a volver siempre que queramos conducir nuestro destino a ese lugar, que sin nombre y sin temperatura que lo defina, se llama La colección de relojes y abrasa la piel del alma.

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