Artista: Cúmulos y Estratos
Lugar: Teatro del Arte (Calle San Cosme y San Damián 3, Madrid)
Fecha: 7 mayo 2017
En la canción La obra de nuestros días, del disco homónimo, Cúmulos y Estratos termina diciendo: «la obra de nuestros días acaba en el cementerio», y ello, alejándose del catastrofismo que pueda suponer un verso tan absoluto, es un llamamiento a que la obra de nuestros días es la vida y que hay que disfrutar cada instante y cada momento. Y con esa idea me fui yo a casa el pasado domingo 7 de mayo tras un concierto magnífico de Cúmulos y Estratos en el Teatro del Arte. Porque durante todo el evento, hubo música y también poesía, disfruté de cada instante y de cada momento como creo que hicieron todas las personas, que cantaban y aplaudían todas las canciones, y que estaban en la sala donde un cartel en la puerta anunciaba «Todas las entradas vendidas».
El concierto comenzó con una performance del poeta Sierra Negra quien a través de objetos materiales (un semi círculo conformado en el suelo limitado con piedras, una atril con diferentes carteles, y por supuesto la voz y el cuerpo del poeta) nos dió su visión de la poesía, de cómo crear poesía, de cómo entender la poesía. Sierra Negra mantuvo al público atento durante unos 20 minutos y nos hizo pensar, disfrutar, sorprendernos y por supuesto al final: aplaudir satisfechos ante su puesta en escena. Tras Sierra Negra, con un pequeño descanso para preparar el escenario y para que el público aprovechara para ir a la barra o comentar con la performance de poesía que acaba de ver, llegó el momento de Cúmulos y Estratos. Víctor Nuñez, alma mater de Cúmulos y Estratos, se presentó sobre el escenario acompañado de un violonchelista para interpretar la canción que da título al álbum que se despedía: La obra de nuestros días. Tras ella Donde grita la cascada, Sin saber y Exilio mientras diferentes músicos (violonchelo, saxo, bajo) subían y bajaban del escenario para acompañar a Víctor en la interpretación de las canciones. Hubo momento en el concierto también para versiones, una del mítico grupo Triana (Víctor interpretó En el lago arrancándonos las espinas del alma como Jesús de la Rosa lo hace cuando le escuchamos en grabaciones), y el tema Miradas vacías del grupo al que pertenecía Víctor antes de comenzar con el proyecto en solitario Cúmulos y Estratos. Y por supuesto para canciones inéditas, con un acompañamiento de violín magnífico de Isma, como Cometas o En el desfiladero que formarán parte de su próximo disco.
Esperando el momento o la emotiva Pájaro de madera también sonaron mientras los músicos que iban subiendo y bajando del escenario acompañaban al protagonista de la noche de manera sensacional (el bajista me pareció magnífico en todas y cada una de sus apariciones, así como el violinista y el saxofonista le pusieron el color exacto a las canciones que sin necesitarlo lo necesitaban). Y si el concierto estaba siendo mangnífico, y la gente muy animada a la hora de aplaudir aunque algo tímida, en volúmen porque las letras las cantaban de principio a fin, el final que nos esperaba fue apoteósico. Almas crucificadas, una canción que me parece asombrosa tanto en contenido de la letra como en la manera de interpretar a dos voces de Víctor y Phantalassa en el disco La obra de nuestros días pues en directo, con ambos protagonistas cantando por supuesto, fue una auténtica maravilla. Y luego vino Paradoxus Luporum, con esa voz que le deja a uno impresionado, a dar una lección de interpretación y de arreglos de guitarra, y cantó junto a Cúmulos y Estratos el tema Épiro. Y si Paradoxus nos dejó temblando con su interpretación cuando sobre el escenario se juntaron violonchelo, violín, percusión y Pilar Calvo a la guitarra (y la voz de esa muchacha…. ¡qué voz!) el tema Nos queda vivir fue un festival de alegría, un llamamiento al carpe diem, un himno coreado por toda la sala y una tormenta musical que ya había sido avisada… por… cúmulos y estratos.
Y así, emocionado el artista, emocionado este que escribe estas líneas, y seguramente muchos más de los que estaban en el Teatro del Arte, acabó el concierto con Conversación astronómica con todos los participantes de la noche sobre el escenario sujetando una invisible red de seda, porque creo que los boleros se tejen con seda, y haciendo de la imagen final de un gran concierto una fotografía eterna que nuestros oídos, y por tanto nuestra memoria, no olvidarán en mucho tiempo. Porque no se olvidan los momentos que uno disfruta sin más ánimo que sentirse dichoso y feliz.