Inicio concierto Joan Manuel Serrat en Palau Sant Jordi (23 diciembre 2022)

Joan Manuel Serrat en Palau Sant Jordi (23 diciembre 2022)

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Cada persona que entraba en el Palau Sant Jordi el pasado viernes 23 de diciembre tenía su propia historia con Serrat, y todas esas historias, que se escuchaban en las conversaciones de los asistentes al último concierto del de Poble Sec, se estremezclaban en la noche como las ramas de una enredadera que trepa por la pared de una casa. Todas esas historias, como digo cada persona tenía la suya, hablaban de la primera vez que escucharon a Serrat, del amigo o del familiar que les puso un disco, de un verano donde empezó a sonar y se quedó para siempre, de un amor y la canción compartida, de un concierto en algún lugar, o de un encuentro casual con el de Barcelona y el intercambio de algunas palabras. Todas esas historias eran diferentes y a la vez tenían la misma raíz, el mismo punto en común y nexo, y se enredaban sobre las piedras de la misma casa, más bien hogar, que es Joan Manuel Serrat. Todas esas historias estaban siendo contadas una vez más, pero no por última vez, porque Serrat se despedía de los escenarios pero su legado se queda para siempre; legado que en su caso no hay que limitarlo a las canciones que deja para la posteridad, sino más bien a todas las vivencias que ellas han provocado entre los que las hemos escuchado.

Fue el viernes 23 de diciembre una noche emotiva en Barcelona, ya no solo porque fuera el colofón de ocho meses de gira en los que Serrat ha estado despidiéndose de su público por muchos rincones del planeta, sino porque creo que tanto público como artista estaban en ese punto emocional que queda entre la tristeza por el último concierto y la alegría de sabernos dichosos por una vida entera de canciones y confidencias sentimentales. Y esto se notó en todos los momentos en los que todo el Palau Sant Jordi se puso en pie para aplaudir al de Poble Sec, desde el primero cuando éste salió al escenario con ánimo de comenzar el concierto con Temps era temps, hasta el último casi dos horas y media después al bajarse del escenario, pasando por el momento en el que se cantó Mediterráneo y la ovación duró varios minutos. En todos esos aplausos, en pie hacia el cielo de Barcelona, había mucho más que el celebrar el instante, la canción cantada, en esos aplausos, que retumban en mí ahora mismo al escribir, residía sobre todo el respeto hacia toda una carrera inconmensurable y el agradecimiento a que con él, con Serrat y sus canciones, hemos aprendido de nuestra historia, de nuestro pasado, de la poesía y de la literatura, de nuestro presente, del amor y de sus derivados, y de nosotros mismos y de nuestra labor en, para y por el mundo. Y también la emotividad se notó en cada monólogo que Serrat dió entre canción y canción, en especial el primero entre Temps era temps y Cançó de bressol, con palabras medidas y sílabas entrecortadas por el paso -y el peso- del tiempo y lo que ese punto final, aunque planeado y querido, significaba.

El repertorio que Joan Manuel Serrat eligió para el último concierto de su carrera creo que tiene que ver, quiero decir que refleja muy bien, con el planteamiento que ha tenido siempre en su carrera: cantar lo que ha querido, lo que necesitaba cantar en cada momento, y hacerlo en cualquiera de sus dos lenguas, y sin ningún ánimo de hacer una lista de grandes éxitos uno detrás de otro para complacer al respetable, aunque los hubo, claro, porque son muchas de sus canciones las que van a pasar a la historia de la música popular. Y por supuesto fue un concierto en el que Serrat no cayó en la fantochada absurda de rodearse de invitados y estrellas de la música. Y, así, durante las más de dos horas que duró el recital se escucharon temas que son catedrales de la canción popular como Pueblo blanco, Paraules d’amor, Mediterráneo, Cantares, Hoy puede ser un gran día o Fiesta, junto a temas más propios de la sentimentalidad del catalán como Cançó de Bressol, El carrusel del furo, o las idóneas para la noche barcelonesa como Meu carrer y Barcelona i jo. También sonaron las emocionantes y responsables Pare, Plany al mar y Nanas de la cebolla -permítanme el eufemismo «responsable» por si a alguien le sigue molestando ese término de «canción protesta» o todavía, después tantos años, todavía no lo ha entendido-, la divertida No hago otra cosa que pensar en ti, la increíble en la ejecución a duo junto a la violista Úrsula Amargós Es caprichoso el azar o grandísimas canciones de su repertorio como Algo personal, Sería fantastic, Para la libertad o La tieta. Y todo acabó, en un segundo bis, con un Serrat solo en el escenario con su guitarra para cantar en catalán el primer tema que compuso en su vida: Una guitarra.

En muchas de las historias que se escuchaban en las conversaciones de los asistentes al entrar al Palau Sant Jordi el 23 de diciembre se relataban los momentos en los que Serrat llegó a la vida de cada persona. En muchas de las conversaciones futuras de esas personas que estuvieron esa noche en Barcelona se relatará el concierto en el que Serrat dejó de cantar en directo en la vida de cada persona. Y en todas esas historias, las de antes y las de después, emanará de la nostalgia una alegría inusitada por haber tenido la suerte de haber vivido tanto junto a las canciones de Serrat. Porque Joan Manuel Serrat encarna a la perfección aquello que decía el escritor barcelonés Manuel Vázquez Montalbán de «las canciones son, a la vez, paisaje de un tiempo, huella de quienes las cantaron y fotografía de los suspiros tolerados o prohibidos de una sociedad», y es, por ello y por tanto más, Serrat una parte más de nuestra identidad y de nuestro lenguaje emocional. Al igual que nuestros padres nos enseñaron a decir la palabra gracias, nosotros debemos enseñársela a decir a nuestros hijos y nietos. Así también, junto a esa palabra, debemos enseñarles los discos de Serrat. Y en Barcelona, a 24 de diciembre del año 2022, termino estas líneas con dos palabras: SERRAT GRACIAS.

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