El viento. Siempre está ahí. Soplando más fuerte o más flojo, despeinándonos, moviendo la ropa del tendal, ondeando las banderas y trayendo, hasta nosotros, la respuesta de algún que otro lugar tan cercano como lejano, en fin: tan propio. Esto último, lo de que el viento nos trae la respuesta, no es porque vaya a hablar de Bob Dylan, no. Esto último, y todo lo escrito hasta ahora, tiene que ver con la noche del 17 de marzo en El Juglar de Lavapiés.
El jueves de San Patricio cuando las calles de Madrid, y todo su atrezzo urbano y circunstancial, ya se iban desprendiendo del polvo de la calima saharaui que el viento nos había traído esa semana, en el Juglar se celebraba el concierto de Alberto Ballesteros. Nuevo disco, nueva banda, nuevo formato… nuevo todo… nueva era hasta la guitarra que el zurdo cantautor portaba. Y la Telecaster, con su brillo de piedra preciosa y también con ese zumbido eléctrico que deja escapar el amplificador esperándola, anunciaba una noche de energía. Y así fue desde el primer tema, el homónimo al disco nuevo La fiesta en paz, con sus coros iniciales, el rasgueo de las cuerdas de la Telecaster, la comunión de la banda en el arrojo hacia y por la canción. Lo que pasó después de aquella primera canción fue una exhibición de Alberto y los suyos. Los riffs que Alberto dejaba caer en alguna intro de canción (por ejemplo en Quisiste probarlo haciendo la canción más honda pero menos sucia que en el disco El mundo encima), la personalidad y a la vez contención con la que toca la batería Chemi Sarrión (importante el cuerpo que toman las canciones de Alberto con una batería sujetándolas), la energía ilusionante y emocionante de Ángel Calvo tocando las cuatro cuerdas, ¡rasgueándolas a ratos!, y la aportación de Manu Clavijo con sus coros y su violín sempiterno. Durante la hora y media larga que duró el concierto la banda llenó el escenario, las canciones llenaron la sala, el público disfrutó con temas del nuevo disco como La fiesta en paz, Mañana será otro día, Artista sin obra, una Película a medias junto a Patricia Lázaro o la emocionante El domingo que viene cerrando el concierto antes de los bises; y también con otros de discos anteriores revisados con el nuevo formato eléctrico como Quisite probarlo, No nos van a reconocer, El nervio y el golpe (también junto a Patricia Lázaro), Caprichos de la bohemia (si esta canción siempre ha sido un HIT con el nuevo formato alcanza una excelencia fantástica) o la canción más vallekana de Alberto Ballesteros, como diría César Calvario, con la que se acabó el recital Tu ventana. En resumen, lo vivido (lo escuchado) en El Juglar fue un auténtico huracán de enegía, buenas canciones y respuestas a cualquier pregunta que uno se haga del tipo si merece la pena ir a ver a Alberto en concierto o no. El rock ha vuelto y el nuevo sonido de aquel lugar lejano, y cercano a la vez, en el que aprendimos a despeinarnos y a vestirnos se ha quedado tapando la huellas sobre el suelo. Esto es así. Tengamos la fiesta en paz.
La próxima cita con Alberto Ballesteros y su nuevo disco La fiesta en paz será el 19 de mayo en la presentación del disco en la Sala Galileo Galilei. Mismo formato y seguramente mismo huracán, si no más, de energía y electricidad de la banda y el repertorio. El viento seguirá soplando hasta entonces. El viento. Y las respuestas.
