Artista: Iñigo Coppel.
Lugar: La Fidula (c/Huertas 57, Madrid)
Fecha: 24 de enero del 2014.
Cuando uno entra en La Fidula se encuentra un local con estética de taberna tradicional, un espacio algo pequeño, humilde, que esconde un gran salón al fondo, tras una puerta con cortinas, con un escenario gobernando el conjunto de sillas, mesas y romántica penumbra. También, en La Fídula, podemos encontrar un cartel, junto a la barra, que avisa que a principios de los años 70 no había en toda la calle Huertas ninguna taberna, y fue La Fídula la primera en abrir sus puertas; dato curioso ya que hoy en día hay varias decenas de tabernas, cafés, restaurantes y bares en dicha calle.
Toda la introducción anterior describiendo el bar que albergaba el concierto de Iñigo Coppel no es casual, si no que se puede usar la similitud con lo que el artista vasco nos ofreció sobre el escenario. Un concierto con estética tradicional: un escenario con los instrumentos esperando a los músicos, un presentador (Carlos Recio) del evento que introducía lo que iba a suceder y divertía al público con gran humor y sarcasmo, los camareros pasando entre las mesas, el murmullo de los asistentes, el tintineo de los vasos, los tosidos, carraspeos y… aplausos cuando Coppel subía al escenario. Y al igual que lo que decía al principio de este texto sobre La Fídula, un lugar pequeño y humilde que esconde un salón al fondo, así es, y así demostró una vez más, la música de Iñigo: humilde, como él, pequeña en tanto en cuanto comienzan la gran mayoría de canciones sin grandes artificios, pero según van sonando, el espectador se va introduciendo en ellas, aparecen los artificios (Coppel es un maestro de la guitarra, y así lo demuestra en punteos y sonidos imposibles), aparece la amplitud escondida tras la cortina y el oyente se encuentra en un bonito lugar donde soñar.
No sé cuántas tabernas hay en la calle Huertas a día de hoy, como no sé cuántos cantautores hay en Madrid, pero sí que sé, y estoy seguro de ello, que Iñigo Coppel, aunque no sea el primero ni tenga un cartel auto-publicitándose como un ser especial, es de los mejores artistas que uno puede escuchar en los bares de la capital. Sus canciones combinan buenas letras (Coppel es un gran contador de historias como por ejemplo la maravilla de canción Iñigo Coppel viaja a la Edad Media) y diferentes estilos musicales como rock (canciones como Oiga que hubieran estudiado, Madrid para cuerdos y beinhechores), como sonidos tradicionales (El tango del amante despechado, Laura y las desventuras del joven Coppel), así como blues (Anoche hablé con Jesús, Blues hablado sobre el mayor fan de Bob Dylan del mundo).
Fue un gran concierto el que ofreció Iñigo Coppel en La Fídula el pasado 24 de enero. Estuvo acompañado por Manu Clavijo al violín, y la colaboración de Jairo Martin al piano.
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