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Vida y labor propias: Jorge Marazu y su Lumínica

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¿Cuánto dura un verano? ¿Cuándo acaba si la luz permanece? Cada uno elige sus ritmos y sus equinoccios. Septiembre siempre se antoja como un mes traicionero: emancipa las sonrisas de verano, desquicia a los días con el horario de sus noches presurosas y moja de tristeza las calles con sus lluvias y sus rutinas. También es el mes que le vende el calendario a precio reducido a un otoño cómplice y orgulloso. La transacción se realizará el 22 de septiembre a las 22 horas y habrá quedado para siempre sepultada la luz infinita, el calor pretérito, el ánimo de buscar un amor de verano que nos ampare en otoño… o quizá no ocurra todo eso. Porque el 22 de septiembre de este año 2017 nos llegará la nueva estación pero también nos llegará, como un tren que le da sentido a la vía y al andén, el nuevo disco del abulense Jorge Marazu que lleva por título: Lumínica. Así es: septiembre se llena de luz.

Hace ya unos meses, creo que fue por junio, Jorge Marazu presentó el vídeo del primer adelanto del disco que sale al mercado mañana. Aquella canción, que se llama Luz, fue acompañada días después por otras cuatro, también grabadas en formato acústico como Luz, que son: El muro de Berlín, Líneas de Nazca, Cometa y… Catorce años atrás. Todas ellas están disponibles en el canal de youtube JorgeMarazuVEVO. Quizá el título de aquella primera canción, Luz, o quizá el nombre del álbum, Lumínica, fue lo que hizo que me acordara de aquel verso magnífico, que da comienzo a un libro espectacular, del poeta zamorano Claudio Rodriguez que dice «siempre la claridad viene del cielo». Y así, con Luz, me construí un cielo, sin nubes pero con la inmensidad intrínseca que junto al suelo forma un horizonte inabarcable, en el que he volado durante los últimos meses y del que he bebido, hasta la ebriedad, su claridad. Completamente cegado e insomne bajo las perseidas de acordes, versos y voz, muchas noches he querido escribir para entender esas canciones que no podía dejar de escuchar, pero en cambio lo único que he conseguido hacer es contener sin éxito la electricidad de los días en el brillo que encontraba en la manera de cantar (y de componer) de Marazu. Y después de Luz me dejé conquistar por Líneas de Nazca, por su intensidad y su velocidad calculada, por su manera de hacer del amor un paisaje y de un paisaje el amor y querer buscar una respuesta imposible en la piel. El sonido envolvente de Cometa, esa sonoridad tan especial que roza lo onírico, me conectó con los miedos que alguna vez pude sentir y su final, como la espiral de un torbellino que te arrastra, me dejó bailando con valor y todavía no he podido parar. El tema El muro de Berlín me llenó de calma y con él, escuchándolo, me enredé en versos y en imágenes, y ese endecasílabo ya citado de Claudio Rodriguez se dejó acompañar por los siguientes de El don de la ebriedad que dicen «siempre la claridad viene del cielo; / es un don: no se halla entre las cosas / sino muy por encima, y las ocupa / haciendo de ello vida y labor propias». Y ebrio, pero no borracho, bajo un alta bóveda que contiene toda la belleza hice del recuerdo de Marazu una vivencia propia. Cuando en mi cabeza se repetía la idea de que la claridad es un don, y que está por encima de las cosas haciendo de ellas vida y labor propias, Catorce años atrás me dijo al oído que el verano no acaba nunca, que el 22 de septiembre no es el comienzo de un otoño, que mis ganas de escuchar Lumínica no solo se deben a que Escandinavia sea uno de los mejores discos que escuché en mi vida y que una voz con el tacto de las manos del Rey Midas no es suficiente pero a la vez es demasiado si sangra al cantar. Catorce años atrás hace de la claridad un don, ocupa todo haciendo vida y labor propias, y certifica, junto a Luz, El muro de Berlín, Cometa y Líneas de Nazca, el hecho de que Lumínica es llamado a ser uno de los discos del año.

«Siempre la claridad viene del cielo» y Marazu ha roto el cielo con un golpe de flores y ahora su luz, su lumínica, nos va a empapar como una tormenta implacable entre el viento y el candor. «Oh, claridad sedienta de una forma, / de una materia para deslumbrarla / quemándose a sí misma al cumplir su obra. / Como yo, como todo lo que espera». Quise un amor de verano que me amparase en otoño, y gasté, bien gastado, el calor en volar junto a las canciones de Marazu, con su ternura irracional, y ahora presiento que Lumínica ayudará a que no me resbale con las hojas secas como decepciones que caen de los árboles, que al igual que los meses, se irán quedando desnudos y todo será cielo… claridad… luz… Lumínica. Nada acaba si la luz permanece.

 

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