Cuando hace un tiempo años me enteré a través de la revista EfeEme que Fernando León de Aranoa estaba preparando un documental sobre Joaquín Sabina, la alegría y la curiosidad se apoderaron de mí a partes iguales. Alegría porque cualquier documento, en este caso visual pero pudiera ser de otra índole, que recoja, o intente, la obra del maestro es más que una buena noticia. Un documento más para poder entender, estudiar y desentrañar la obra de uno de los mejores de nuestra historia de la canción. Y curiosidad también porque el trabajo cinematográfico de León de Aranoa me parece soberbio, desde la disparatada y ocurrente Familia, pasando por las obras maestras Barrio, Princesas y Los lunes al sol, y hasta llegar a la compartida con Tim Robbins Un día perfecto donde con maestría se habla de la barbarie de las guerras a través del relato de una historia menor, o incluso cotidiana, acaecida en un lugar donde ocurre un conflicto bélico. Creo que el cine de León de Aranoa tiene mucha poesía en la manera de mostrar al espectador una historia cotidiana o incluso cercana, o una serie de historias, para con ella dejarle contada al especador una historia mayor. En Sintiéndolo mucho también ocurre.
Durante doce años Fernando León de Aranoa siguió, o acompañó, cámara en mano a Sabina por diferentes escenarios, ciudades y situaciones. Imagino que sin duda con la cantidad de material grabado que haya juntado en esos años el montaje de este Sintiéndolo mucho es digno de alabar. Y lo es, ya no solo por la selección como tal, sino también por la propia disposición de lo elegido en el montaje final. Es asombroso el planteamiento de comenzar el documental con el fatal accidente que Sabina sufrió en el Wizink Center a comienzos del año 2020, para casi terminarlo con la calma de una charla entre el director y el cantante en su casa de Tirso de Molina sobre si ya hizo sus mejores canciones o todavía queda posibilidad a alguna más, para acto seguido ver a Sabina, junto a su esposa Jimena, cantar por primera vez, con Leiva a la guitarra, la canción que da título al documental: Sintiéndolo mucho. Y hago aquí un inciso porque he dicho hace unas frases que el documental «casi termina» en esas dos escenas, porque realmente a ellas les suma la grabación en estudio del tema; escenas estas que yo personalmente no entiendo porque están fuera de esos doce años de grabación y porque simplemente parece que quieren meter a capón a Leiva en el documental. Entiendo que si en doce años Fernando León de Aranoa no consiguió grabar a Sabina en un estudio, o agobiándose porque no se nota bien en la grabación, no hace falta añadir ese material al documental con el protagonismo de Leiva.
Volviendo al planteamiento del documental, además de ese inicio magnífico como ya he dicho en el parráfo anterior, se recogen en él varias historias que creo que confeccionan muy bien el puzzle que puede ser el artista Joaquín Sabina. Primero su proyección internacional mostrando los conciertos en México y el efecto fan que le siguen, le hablan o le envían cartas. Segundo, en esa misma estancia en México, la querencia de Joaquín por la cancíón mexicana, y la influencia que tiene en su obra, y por el respeto a otros músicos, así como el ímpetu de un artista de verdad que se emociona hasta el llanto con una canción, aunque la haya escuchado mil veces, o que es incapaz de no levantarse de la silla y cantarla a pura voz aunque su estado físico de cansancio y afonía no sea el idóneo para ello. También, enganchando con esto último del artista que se emociona, sobrecoge también la parte de la grabación en que Sabina va a dar un concierto en Las Ventas de Madrid, el enésimo en sus muchos años de carrera, y se comporta, con la emoción y sobre todo los nervios, como si fuera el primero en tan bendito escenario. Todo esto de la emoción incontrolada, desde mi punto de vista, distingue al artista de verdad al funcionario que se dedica a cantar sus canciones de escenario en escenario. Otro de los aspectos que se muestran en el documental que nos pueden ayudar a entender al tan tachado de polémico Sabina, es la popularidad de la que goza, se muestra además de en México cuando viajan a Úbeda a recibir un reconocimiento institucional y popular, y de que el cariño del público es hermoso pero a la vez la insistencia de la gente en hablar, tomarse una foto, o saludar con el artista puede llegar a ser complicada de normalizar. Y quizá el último aspecto que el documental recoge desde mi entender bastante importante es la grabación de Cuando era más joven en la localización donde estuvo el teatro donde se grabó en los ochenta el mítico disco en directo Joaquín Sabina y Viceversa. Gran acierto el de León de Aranoa el grabar ahí y recordar el Sabina que empezaba a explotar, y ya de paso mostrar a la persona que reconoce no haber visto en años a los músicos con los que ese día de grabación se encuentra, esto es a la persona, o al trabajador de la música, que deja, quizá inevitablemente, por el camino a personas y se agarra a otras nuevas, hablo ahora de Leiva, como si fueran el oro del Perú.
En definitiva Sintiéndolo mucho es un buen documental, que creo que satisface a los que somos muy fans de Sabina, sin duda podríamos sacar mil defectos si nos ponemos exquisitos en nuestro conocimiento sobre el de Úbeda, y que muestra aspectos de un Joaquín Sabina interesantes quizá para ese público que o bien no escucha al flaco o bien le escucha pero nunca se había planteado ir más allá en el conocimiento sobre el autor de esas canciones con las que disfrutan.